El "problema social" y la "lucha de clases", según el tradicionalismo clásico
Es un hecho real,
fácilmente comprobable por todo aquel que con deseo de buscar solución
se asoma a ese abismo que se llama “la lucha de clases” que en el fondo,
allá en los orígenes de toda revolución existe una injusticia social
contra la cual reaccionan las clases que de ella son víctimas.
¿De dónde proviene esta
injusticia? De una organización social artificial sin duda… A riesgo de
decir unas cuantas vulgaridades que sin duda conocerá el lector, no
tengo más remedio que remontarme a los orígenes de la enfermedad si he
de proponer después el remedio. Porque todo médico, antes de recetar
diagnostica y previamente estudia los síntomas y busca las causas.
En el siglo pasado
nuestros abuelos románticos, soñadores idealistas dieron un viva a la
libertad y creyeron que nos legaban el mejor de los mundos… Y en efecto,
la libertad triunfó. Y en el campo económico produjo la libre
contratación que convirtió al obrero en máquina y al trabajo en
mercancía. Nació el individualismo que permitió la libre explotación, el
abuso del débil por el fuerte.
Y como una reacción
frente al individualismo, aparecieron, de un lado, los trusts y las
sociedades anónimas, los patronos y los obreros, en las que se adormece
la conciencia y se cobra el cupón sin preocuparse de la suerte de
aquellos hombres que trabajan al servicio de la empresa y que entre los
factores de la producción: Capital-naturaleza y trabajo…, o sea hombre
quedan colocados en último lugar por este orden precisamente. Y de otro
lado apareció el marxismo que recogiendo la legítima necesidad de
defensa de aquellas clases expuestas siempre a una posible explotación. Y
al oído de los obreros una voz fue diciendo: “Trabajadores del mundo
entero, uníos… Uníos para defender vuestros comunes intereses, formad
cajas de resistencia, id a la huelga general…”
Y los hombres se
polarizaron en dos bandos: a un lado aquellos que, no echan más que sus
brazos para el trabajo, lo que llaman “el proletariado”, a otro los que
tienen en su poder todos o casi todos los medios de producción lo que
llaman “la burguesía”… Y la natural ambición de los que no tienen nada
chocó con la humana ambición de los que lo tienen todo. Y la lucha de
intereses encontrados, la lucha entre el capital y el trabajo
desencadenó una guerra entre los hombres: eso que llaman “la lucha de
clases”.
Ahora bien; si el mal es
éste, su curación no puede encontrarse más que en la extirpación de sus
causas. Armar a la sociedad para esa lucha, continuar predicando a los
bandos contendientes “defendeos” es echar leña al fuego de odio, cuyas
primeras brasas nacieron al calor de injusticias sociales. Todo al
contrario, hay que llegar a la total desaparición de esa lucha y para
ello, hay que prescindir de la existencia de esos dos bandos, de esas
clases sociales que nacieron única y exclusivamente como reacción frente
a la libre contratación, posible engendro de explotación y abuso.
El sentido vertical de
la sociedad, de superposición de clases no es, ni natural ni cristiano.
No hay ninguna razón de justicia que abone los privilegios de casta o
privilegios de clase por los cuales un hombre sin otros méritos
personales esté situado encima de los demás. No hay, no debe haber otras
razones de superioridad que aquellas que otorga la bondad, el talento y
el trabajo. Y el fruto de estos tres factores convertido en nobleza de
estirpe o en legítima riqueza, puede y debe ser transmitido a condición
de que quien lo recibe corresponda a esa heredada nobleza con sus
propias virtudes y a esa heredada riqueza con su propio trabajo para
convertir ambas no en lagunas estériles o sólo para sí mismo provechosas
sino en abundantes manantiales que generosos, se desborden y fecundicen
toda la sociedad.
Quiero decir que ese
sentido vertical de clases que actualmente coloca debajo a todos
aquellos hombres que sólo poseen sus brazos o su talento para el
trabajo, en medio, como una aristocracia espiritual, los que viniendo a
menos desde arriba o a más desde abajo, y encima los poseedores de la
riqueza, es absurdo, injusto y contrario a la naturaleza. Como
igualmente lo sería la vuelta a la tortilla para colocar el proletariado
encima y a la burguesía debajo. No; mientras exista superposición de
clases, mientras haya hombres encima y hombres debajo, había clases
opresoras y oprimidas, habrá injusticia y frente a ella reacción, habrá
lucha y la paz social será un imposible…
Prescindamos de este
sistema “democrático” de organización social y busquemos uno más humano,
más natural, más racional y más justo.
… en el campo (…)
divisamos muchos hombres que (…) trabajan la tierra y extraen de ella
los primeros productos que utilizará después la industria…
Y, estos hombres, que
dirigen o trabajan en el cultivo del suelo (…) y que se hallan unidos
por un interés común -el interés de la tierra- son una clase social, una
dignísima clase social, la de los agricultores o agrarios…
… en los grandes centros
fabriles (…) dirigentes y dirigidos, obreros manuales y obreros de la
inteligencia, distribuidos en gremios según su profesión, forman otra
dignísima clase social, vienen a engrosar un importantísimo sector de la
vida nacional, son el gran bloque que llamamos la industria. Y, en
ella, el obrero, el ingeniero, el propietario director, todo aquel que
preste aportación de algún género, están unidos por un interés común, la
producción del taller y de la fábrica, los beneficios que de ella
resultan, que, en un sentido de justicia, deben ser repartidos
proporcionalmente entre todos aquellos elementos que contribuyeron a
producirlos.
… vemos puertos,
factorías, mercados… (…) Llamamos a esta especial actividad el comercio y
los hombres que a su servicio ponen la agilidad de su talento o de sus
brazos, también forman otra digna poderosa clase social…
Y aquí tienes -lector-
las verdaderas clases sociales, clases que no están superpuestas, clases
que brotan libre naturalmente de un plano horizontal: el trabajo.
Clases que no son enemigas, porque no teniendo intereses encontrados,
sino complementarios, no tendrán ambiciones que choquen. Clases que no
lucharán, y siendo así, desaparece la “lucha de clases”, producto -como
probamos en el primer artículo- de la injusta y artificiosa organización
social imprimida por el liberalismo.
¿Cómo resuelve el programa tradicionalista el problema social?
María Rosa Urraca Pastor. Págs. 47-52
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